Andino se refiere a la nota con “El Chilenito”
Después de haber sido el periodista elegido para hacer el primer contacto con los medios por el delincuente que tomó rehenes en el Banco Nación de Pilar, Guillermo Andino, ya más tranquilo, nos cuenta cómo fue esa dura experiencia de entrevistarlo en vivo y sin red.
El noticiero del mediodía de América transitaba con absoluta normalidad. Guillermo Andino acababa de presentar al aire una nota sobre el alta médica al chiquito herido por una bala en su pierna en Morón, cuando de repente la producción decide sacarla del aire en forma abrupta y le avisa al conductor que hay un delincuente que quiere hablar con él en vivo.
“Al principio yo no sabía lo que estaba pasando –recuerda- sólo tenía claro que había una toma de rehenes y que el delincuente había pedido hablar conmigo. Desconocía si esto pasaba acá, en Salta o si era en un banco o en una escuela. Alcanzaron a decirme algo por la cucaracha, pero me fui enterando más detalles mientras presentaba la nota. Yo le pedía que se calmara y él me repetía que quería a las cámaras de televisión allá. Le aclaré que cámaras iba a tener de sobra, pero que tenía que esperar hasta que llegaran a Pilar. Mi objetivo era no decir nada que pudiera exacerbar su ánimo ni herir susceptibilidades .
Cualquier error que cometía me cargaba para siempre con una vida y me tenía que retirar de la profesión. Intenté plantarme, tener nervios de acero y sobre todo, escuchar. Porque había una gran conmoción tanto en el banco donde él estaba como en nuestro estudio. Traté en todo momento de hacer la de manual, que era mostrar tranquilidad para calmar a una persona que está muy nerviosa y era capaz de cualquier cosa”.
El análisis que hoy hace Guillermo Andino de la complicada situación que le tocó vivir es el siguiente: “Entiendo que el chilenito pide las cámaras como salvoconducto de que la policía no lo matara inventando un tiroteo. El suponía que su única manera de salir vivo era con veinte cámaras de televisión acompañándolo y por eso recurrió a nosotros. Es bueno que lo discutamos, pero cuando el delincuente es el que sube la apuesta y dice que quiere hablar conmigo, no hablarle también puede ser perjudicial”.
Ya mucho más relajado, el conductor de América Noticias admite como positivo el debate que se generó a partir del diálogo de varios periodistas con el Josué Rodríguez Coronel, el ladrón de veinte años que tomó a cuarenta personas como rehenes. “Es bueno que hablemos sobre este tema –afirma- ya que ayer tuve un curso acelerado de cómo tratar delincuentes que basé en mi instinto particular de cómo poder ayudar. Entiendo los cuestionamientos éticos que se están generando ahora con respecto a si está bien o no que un periodista hable con los delincuentes, pero es parte de lo que hacemos todos los días. Como decía mi abuelo “el que lava platos rompe platos” y el que está todos los días en la tele se enfrenta a situaciones periodísticas particulares que no están en los manuales.
El estudiante de periodismo te puede decir “esto no te lo enseñan en ningún lado”, pero la tele es imagen y es el lugar en donde hoy el delincuente, de veinte años que a los cinco tal vez veía “Nuevediario” se formó con eso como parte de su universo. La única confianza que tiene en ese momento con el mundo exterior es con la persona que vio toda su vida a través de la pantalla. Y eso no está escrito en ningún lado”.
“Al principio yo no sabía lo que estaba pasando –recuerda- sólo tenía claro que había una toma de rehenes y que el delincuente había pedido hablar conmigo. Desconocía si esto pasaba acá, en Salta o si era en un banco o en una escuela. Alcanzaron a decirme algo por la cucaracha, pero me fui enterando más detalles mientras presentaba la nota. Yo le pedía que se calmara y él me repetía que quería a las cámaras de televisión allá. Le aclaré que cámaras iba a tener de sobra, pero que tenía que esperar hasta que llegaran a Pilar. Mi objetivo era no decir nada que pudiera exacerbar su ánimo ni herir susceptibilidades .
Cualquier error que cometía me cargaba para siempre con una vida y me tenía que retirar de la profesión. Intenté plantarme, tener nervios de acero y sobre todo, escuchar. Porque había una gran conmoción tanto en el banco donde él estaba como en nuestro estudio. Traté en todo momento de hacer la de manual, que era mostrar tranquilidad para calmar a una persona que está muy nerviosa y era capaz de cualquier cosa”.
El análisis que hoy hace Guillermo Andino de la complicada situación que le tocó vivir es el siguiente: “Entiendo que el chilenito pide las cámaras como salvoconducto de que la policía no lo matara inventando un tiroteo. El suponía que su única manera de salir vivo era con veinte cámaras de televisión acompañándolo y por eso recurrió a nosotros. Es bueno que lo discutamos, pero cuando el delincuente es el que sube la apuesta y dice que quiere hablar conmigo, no hablarle también puede ser perjudicial”.
Ya mucho más relajado, el conductor de América Noticias admite como positivo el debate que se generó a partir del diálogo de varios periodistas con el Josué Rodríguez Coronel, el ladrón de veinte años que tomó a cuarenta personas como rehenes. “Es bueno que hablemos sobre este tema –afirma- ya que ayer tuve un curso acelerado de cómo tratar delincuentes que basé en mi instinto particular de cómo poder ayudar. Entiendo los cuestionamientos éticos que se están generando ahora con respecto a si está bien o no que un periodista hable con los delincuentes, pero es parte de lo que hacemos todos los días. Como decía mi abuelo “el que lava platos rompe platos” y el que está todos los días en la tele se enfrenta a situaciones periodísticas particulares que no están en los manuales.
El estudiante de periodismo te puede decir “esto no te lo enseñan en ningún lado”, pero la tele es imagen y es el lugar en donde hoy el delincuente, de veinte años que a los cinco tal vez veía “Nuevediario” se formó con eso como parte de su universo. La única confianza que tiene en ese momento con el mundo exterior es con la persona que vio toda su vida a través de la pantalla. Y eso no está escrito en ningún lado”.