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Ambulantes, cartoneros y basura

*Por Alejandro Tagliavini. Al incrementarse 6,9%, durante marzo, la venta callejera porteña llegó al récord histórico de 2.123 puestos.

El crecimiento interanual fue del 24,8%. Hoy hay el doble de puestos callejeros, no autorizados por el gobierno de la Ciudad, de los que había hace dos años. La oferta incluye gran cantidad de mercaderías, entre las que no faltan las imitaciones. Lejos de la anarquía, al no estar regulados por el gobierno, están bien organizados como toda actividad privada. Cada vendedor ocupa un espacio delimitado y recibe alertas ante cualquier inspección.

La venta ambulante está prohibida por el Código Contravencional porteño que, en su artículo 83, señala que las actividades lucrativas no autorizadas en el espacio público serán sancionadas. Pero muchos se amparan en la ambigüedad de ese artículo, que dice que no constituye contravención la venta ambulatoria en la vía o transportes públicos y la venta de mera subsistencia que no conlleve competencia desleal para con el comercio establecido.

Así las cosas, hay funcionarios que quieren modificarlo y prohibir totalmente la venta callejera no autorizada. Los políticos deberían entender que, los problemas de la libertad, se solucionan con más libertad y no con represión (violencia) que, por el contrario, agrava cualquier conflicto. Mientras que la sub y la desocupación sean tan altas, reprimir a esta gente y dejarlos sin ingresos es invitarlos al delito. Por el contrario, hay que empezar por levantar la represión estatal al trabajo, de manera que haya plena ocupación: por caso, derogar las leyes de salarios mínimos que dejan en la calle a los que ganarían menos. Con torpes leyes represivas, no se aumentan los ingresos, solamente, con inversión.

Más patético es el caso de los cartoneros. No hay que ser muy inteligente para advertir que la basura es negocio, de otro modo nadie hurgaría en ella. Cuenta Guillermo A. Cochez, ex alcalde de Panamá que, cuando asumió, los residuos estaban en manos de una institución politizada como la mayoría de las entidades del Estado... (y) se intentó convertirla en lo que en muchas partes: un negocio rentable, fuente de riquezas y, sobre todo, una operación amigable para el ambiente, propiciando el reciclaje.

Crease o no, si la actividad se desregulara completamente (se levantara la represión estatal sobre el mercado, las personas, dedicado a la basura), surgirían empresas privadas ansiosas de quedarse con los desperdicios de los vecinos que podrían elegir la empresa más eficiente, y no tendrían que pagar por ello y hasta podrían cobrar a quienes reciclaran los residuos o los utilizaran como fuente de energía. Dice Cochez que se recibieron infinidad de ofertas en ese sentido y asegura que, a la basura, deben dejar de manejarla los políticos y así se acabarán las coimas...

Para el dirigente costarricense lman Paut, los residuos son un verdadero tesoro... (de modo que)... los europeos decidieron hacer un buen negocio... desarrollaron tecnologías para aprovecharlos al máximo. En realidad, todo sirve, aparte del papel, vidrio, plástico y cartón, las sobras de comida, todo es un tipo de energía que puede de nuevo ser transformada de modo que hay que explotar adecuadamente el reciclaje como fuente de empleos y de recursos insiste Paut, una industria rentable en la cual, agrego, podrían trabajar los cartoneros de modo mucho más civilizado.