Alientan a los plazos fijos en los bancos a la espera de dólares
El Banco Central quiere que más pesos se quedan dentro de las entidades. La suba de tasas.
Entre el miércoles 22 y el miércoles 27 de marzo el dólar mayorista pasó de $41,80 a 43,83, con una suba de 4,85% que alcanzó para encender todas las luces rojas de los tableros de control de la Casa Rosada y de los principales jugadores del mundo económico.
Ese salto fue suficiente para que el Gobierno, una vez más, pusiese su atención en la necesidad de estabilizar el mercado cambiario y hacer crecer la prudencia en el mundo de las empresas.
El mensaje del presidente Mauricio Macri fue que la suba del dólar no era sólo patrimonio de la Argentina, que se debía al fortalecimiento de la divisa a nivel mundial y que había que "aguantar".
El aguante se interpretó como la necesidad de soportar un dólar inquieto hasta la llegada de las divisas de las exportaciones del campo y el desembolso del FMI.
El Ministerio de Economía le puso límite al anunciar que el 15 de abril tiene previsto comenzar a vender los dólares del crédito del FMI a razón de US$60 millones por día y los voceros oficiosos prevén que la plata del maíz y la soja comenzará a fluir en el mercado a partir de mañana.
Pero, entre tanto, y ante la incertidumbre sobre si la mayor oferta de dólares prometida será suficiente y, en un contexto de marcada inquietud, el Banco Central abrió una nueva etapa que se podría titular: apuntalar los plazos fijos en los bancos hasta las elecciones.
El mecanismo elegido consistió en permitir que los bancos coloquen en Letras de Liquidez (Leliq) la totalidad de los depósitos captados y no el 65% de ellos, como fue hasta el jueves.
La medida buscó que las entidades paguen una tasa mayor por las colocaciones a plazo como forma de que menos dinero salga de las entidades. Intenta así reforzar la idea de que habrá aún menos pesos dando vuelta para comprar dólares y, por lo tanto, también menos para la actividad económica.
Esa tasa reaccionó con celeridad para las colocaciones mayoristas: el viernes los depósitos de empresas por diez millones, o más, de pesos recibieron 52/53% anual y los de un millón, en torno de 49%. Dos días antes, ese tipo de interés no superaba 45% anual.
La carrera dólar-tasa, característica de la historia económica reciente en tiempos electorales, o de atraso cambiario, entra así en un nuevo ciclo y con rasgos particulares.
El precio del dólar no está atrasado (la elevada inflación con el consecuente salto de los niveles de pobreza son, en parte, un doloroso reflejo de esa realidad) y se espera que la oferta de divisas crezca en el corto plazo a partir de posibilidades bastantes verosímiles: maíz, soja y FMI.
Sin embargo, la estabilidad cambiaria sigue bajo sospecha, en parte por la incertidumbre electoral potenciada porque no se sabe qué vendrá incluso después de las elecciones y, en parte, por cuestiones técnicas que están siendo muy discutidas en estos días.
Una de ellas es la vigencia de la "banda de flotación cambiaria" que establece que el Banco Central no puede intervenir comprando o vendiendo dólares si la divisa cotiza entre $39,33 y $50,90.
De acuerdo a ese mecanismo impuesto por el FMI y aceptado por el Gobierno entendiendo que el organismo es el que pone la plata, constituye para muchos economistas una fuente importante de inestabilidad en una Argentina caracterizada por la dolarización de ahorros y, más aún, en tiempos de incertidumbre.
Un impulsor ferviente de la abolición de la banda cambiaria (se lo sugirió al presidente Macri) es el economista Ricardo Arriazu, que en la semana sostuvo que "sin la limitación del Fondo Monetario, a esta la ganan de taquito".
Según Arriazu, el presidente y vice del Central, Guido Sandleris y Gustavo Cañonero, saben "perfectamente lo que hay que hacer" pero el FMI no los deja. La solución, según el economista: que Macri lo llame a Donald Trump y le pida que el vice del Fondo, el duro David Lipton, deje de lado por un tiempo su idea de banda de flotación y permita la intervención directa del Central en el mercado.
¿Podrá la política doblegar el dogma de un esquema cambiario?
La estabilidad del dólar, que ya era prioritaria, ganó grados de importancia para el Gobierno a partir de una nueva vuelta de tuerca monetaria.
En marzo los depósitos a plazo reflejan una baja nominal del orden del 1,5%. La preocupación del Central de estos días es apuntalar al máximo esos pesos a la espera de que la oferta de dólares actúe como un bálsamo mayor. Están aguantando, como pidió el presidente Macri.