Algo va mal
*Por Aleardo Laría. Uno de los diagnósticos más certeros sobre los problemas que atraviesa la sociedad contemporánea quedó reflejado en el último testimonio escrito que dejó el pensador anglo-estadounidense Tony Judt.
En su opúsculo titulado "Algo va mal" (Ed. Taurus, 2010) Judt reflexiona sobre la frustración que actualmente embarga a los jóvenes y las preocupaciones sobre el mundo que van a heredar. Existe una sensación general de que las cosas no van bien pero, a diferencia de la generación del 60 y su presuntuosa confianza en que arreglaría el mundo, los jóvenes actuales no alcanzan a visualizar alternativas.
Hay mucho sobre lo que indignarse en el mundo actual. La crisis financiera mundial del 2008 dejó claro que el capitalismo desregulado es el peor enemigo de sí mismo. Los excesos del capitalismo financiero llevaron a los gobiernos y bancos centrales a diseminar generosamente dinero público para evitar el derrumbe del sistema bancario. Pero, pasado el cimbronazo inicial, los ejecutivos financieros han continuado disfrutando de las cuantiosas e injustificadas remuneraciones de la época anterior.
En materia de políticas públicas, los grandes bancos han obligando a los gobiernos europeos a ejecutar recortes del gasto público muy alejados de los programas por los que fueron elegidos en las urnas. Los gobiernos europeos rescataron la banca y los mercados con el dinero de los contribuyentes y luego se sometieron a los dictados de esos bancos que son los mayores tenedores de "bonos soberanos" y no quieren ni hablar de una reestructuración de la deuda.
Otro de los problemas no resueltos es la creciente distancia que separa a los ciudadanos más ricos de los más pobres. Según Judt, en 1968 el director ejecutivo de General Motors se llevaba a su casa, en sueldos y beneficios, unas 66 veces más que el salario de un trabajador medio. Hoy el director ejecutivo de Walmart gana un sueldo 900 veces superior al de su empleado medio. En Estados Unidos, el 21% de la renta nacional queda en manos de sólo el 1% de la población.
Por otra parte, resulta impostergable abordar el problema del cambio climático y reducir las emisiones de dióxido de carbono procedente de combustibles fósiles. A su vez, el elevado riesgo de las centrales nucleares, puesto en evidencia por la catástrofe de la central de Fukushima, exige un replanteo acerca del uso de la energía nuclear. Por consiguiente es inevitable revisar la actual matriz energética, movilizar las energías solar, eólica y geotérmica y alcanzar una mayor eficiencia mediante "edificios ecológicos y la sustitución de los automóviles de combustión interna por vehículos accionados por baterías.
Todas estas circunstancias obligan a encarar una profunda reflexión sobre el modo de reglamentar y supervisar los mecanismos del mercado y sobre las opciones tecnológicas del mundo y el modo de conseguir un marco común mundial que permita pasar a una nueva era basada en energías sostenibles. También hay que repensar los modos de distribuir un bien tan escaso como el trabajo y renovar las formas democráticas para evitar un mayor distanciamiento entre los políticos y sus representados.
En materia social, es necesario recrear el consenso socialdemócrata que fue el origen del Estado de bienestar en los países europeos después de la II Guerra Mundial. Entonces se aceptaban la intervención del Estado y una fiscalidad progresiva porque se pensaba que una redistribución moderada de la riqueza que eliminase los extremos de ricos y pobres beneficiaría al conjunto. La cohesión social no sólo es deseable por razones éticas sino que es el cemento que permite una sociedad más integrada, motivada y eficaz.
No existen todavía respuestas categóricas sobre el modo de resolver estos enigmas. De momento, asistimos a las airadas protestas de los jóvenes sin futuro que, al expresar su descontento, obligan a la sociedad a responder con imaginación a los nuevos desafíos. La disconformidad y la disidencia son el combustible necesario que impulsa siempre los cambios. No obstante, en estos momentos de exaltación juvenil también conviene recordar la recomendación que aquel veterano jefe de bomberos hizo a sus subordinados: "Antes de tirar abajo la puerta con el hacha prueben usar el picaporte".