Airada reacción docente
El PIO (Programa Igualdad de Oportunidades), del que dependen los comedores escolares de la provincia, por lo visto, y pese a su nombre, no cree en milagros como aquel que ha hecho creer a los catamarqueños que "donde comen dos, comen tres". Y menos está dispuesto a reconocer que la relación recursos- raciones pudiera llevarse a una asimetría mayor, como asegura, no sin crítica, que ocurre en algunas escuelas de jornada completa.
El funcionario del Ministerio de Desarrollo Social, Mario Varela, director del PIO, hizo estas manifestaciones para defenderse de la demanda docente de partidas menos mezquinas para el servicio nutricional escolar, que, según indican, no sólo son insuficientes, sino que tardan en llegar o llegan con montos inferiores a los debidos.
Debe entenderse, entonces, que la materia de la queja desaparecería de inmediato si se "desenganchasen" esos "colgados" –los docentes, cocineros y ordenanzas de la red alimentaria estatal- y si los directores de las escuelas no tomaran también estos fondos para comprar elementos que deben financiarse con el dinero de la "caja chica" de que dispone cada una de las escuelas.
Ya en ardorosa defensa de las remesas del PIO, el director Varela cae en la cuenta de que su actitud podría juzgarse injusta. Esto puede concluirse de sus agregados verbales destinados a atenuar su arremetida contra los docentes, que, como se sabe, no son prójimos proclives a recibir agravios, menos cuando tales cargos carecen de sustento. Por esto, quizá, no habrá querido negar descomedidamente a sus imputados de guardapolvo blanco la posibilidad de acompañar a los alumnos compartiendo la comida, pero el añadido no le sirvió de mucho, pues proponer que estos enseñantes aporten unos pocos pesos y así adquirir el derecho de consumir el mismo alimento que los educandos lejos estuvo de blanquearlo y más lejos porque fue nada sutil cuando trajo a cuenta que en la mayoría de los casos esos docentes cobran "zona" –un adicional por la distancia y otras desventajas de la ubicación de la escuela-, lo que los deja en condiciones de costearse el sustento sin asistencia que están reservadas para los necesitados.
El Gobierno no habría podido tener peor vocero para comunicarse con los educadores, quienes, como se ha dicho, abundan en argumentos cuando se sienten provocados, y, asimismo, son muchos, tanto que han de ser pocas las familias catamarqueñas que no tengan por lo menos uno o una entre sus miembros.
La respuesta de los afectados saltó apenas conocidas las declaraciones del conductor del PIO. Y en verdad, las razones que esgrimieron no habrían podido ser más lapidarias.
¿Qué dicen los maestros? Básicamente tres cosas. La primera, que ellos con su aporte personal contribuyen supletoriamente cuando el comedor carece de recursos para funcionar, algo bastante frecuente. La segunda, ellos atienden a los niños mientras comen, asumiendo una función no específica y sin ninguna compensación económica. Y la tercera, que el comer en la escuela no es, para los niños, sólo una actividad animal imprescindible, sino una oportunidad de aprendizaje relacionada con la sociabilidad, y una experiencia que muchos de ellos no tienen en su familia ni en ninguna otra parte. Por esto, la presencia docente es necesaria y no podría concretarse mejor que compartiendo, los docentes y los alumnos, el mismo pan cotidiano.
Y, volviendo al comienzo, bueno será poder seguir diciendo que aquí, en Catamarca, "donde comen dos, comen tres", sin que nadie deba sufrir por ello.
La acusación de que las partidas de los comedores escolares no alcanzan porque hay maestros que comen en ellos generó airados reclamos.