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Ahora, la economía

* Tomás Bulat. Todo tiene un final, todo termina, reza la canción de Vox Dei. Y esto es lo que está comenzando a pasar con los vientos favorables de la economía argentina.

Desde hace cuatro semanas la vida económica se volvió más complicada. Desde la profundización de la crisis financiera internacional, que nos afecta indirectamente, estamos en presencia de tres fenómenos que antes no estaban presentes:

Primero la devaluación del Real, que ya supera la corrección esperada y está más cerca de 1,80 reales por dólar, complicando la competitividad argentina con el país vecino. Hay que recordar que le exportamos el 25% de nuestras exportaciones, pero son el 31% de nuestras importaciones. Es decir que ya tenemos déficit comercial y se puede seguir ampliando.

Segundo, es la compra creciente de dólares por parte de los particulares argentinos. Este fenómeno se da recurrentemente antes de las elecciones, pero es evidente que al querer mostrar su poder de fuego, el BCRA cada día tiene que poner más en juego para mantener controlado el dólar. Esto genera la lógica expectativa que se va a devaluar luego de las elecciones y por lo tanto, indirectamente, incentivando la compra hoy. Todos sabemos que las reservas aún son muchas, pero como dijimos en la nota anterior, menos que antes.

Tercero, es el precio de la soja que sigue bajando. Su rango de variación pareciera estar entre los u$s 460-500 y no mucho más arriba de este monto. Este sigue siendo un excelente precio

que aun le garantiza rentabilidad al productor, pero que es el mismo desde comienzos de año.

Es decir, que en los últimos 9 meses la soja no subió de precio, mientras que los costos argentinos lo hicieron al menos un 15%. Es una señal de atención, dado que la rentabilidad, sobre todo de la próxima campaña va a estar muy atada a los rendimientos y estos se pueden ver afectados por el fenómeno de “la niña” que llegaría el año entrante.

Estos tres factores están obligando a las autoridades monetarias y fiscales a tener que llevar acciones coordinadas de manera conjunta, sino le va a quedar toda la responsabilidad al Banco Central de tener muchos objetivos que no va a poder cumplir.

El superávit fiscal primario de julio del 2011 fue un 90% inferior al de julio del 2010, mostrando que si bien la recaudación crece, los gastos lo hacen más rápido. Es probable, que por el incremento de las jubilaciones y pensiones del 16% más el 22% de las asignaciones familiares se esté entrando en déficit primario en septiembre luego de varios años, contabilidad creativa al margen.

Por lo tanto, al cambiar los vientos, ya se necesita un piloto que empiece a tomar algunas decisiones que no son de las fáciles, sino de aquellas que tienen algún costo. El piloto tiene nombre y apellido y es la presidente Cristina Fernández, que ha tomado las decisiones de última instancia en economía. Dado que el Ministerio de Economía ya no es lo que era, hay que recordar, que sus tradicionales funciones hoy están divididos en 5 ministerios (planificación, industria, agricultura, turismo y economía) más la responsabilidad presupuestaria que le cabe al Jefe de Gabinete, hace que todo se concentre en la Presidenta.

En el medio, hasta hoy el responsable de financiar el tesoro, de pagar la deuda, de mantener el dólar y el nivel del consumo es del Banco Central y ya no puede cumplir con todas esas tareas al mismo tiempo.

Por lo tanto, es lógico que el mercado ponga a prueba su política. La expansión de la base monetaria por encima del 40%, del crédito privado por encima del 50% está generando una explosión de consumo que no es sustentable en el tiempo. Menos lo es si el Central sigue interviniendo en el mercado cambiario, pero no regula los factores de expansión monetaria.

Hay dos indicadores claros de retraso cambiario. Cuando es más barato ir al Caribe que a la costa y cuando toda banda musical extranjera viene a tocar a Buenos Aires. Los retrasos se corrigen, tarde o temprano y la forma de cómo se alcanzará el nuevo equilibrio es lo que se debate, no la necesidad de hacerlo.

En economía los mercados ajustan por precio o por cantidad. Si uno fija un precio, deja libre las cantidades ofrecidas. Si fija las cantidades ofrecidas, entonces libera el precio. Pero cuando se quieren hacer las dos cosas al mismo tiempo, fijar precio y cantidad, es cuando surge el mercado negro.

Si se quiere dejar el dólar bajo, entonces hay que ofrecerlo tanto como lo quiera el mercado. Si se quiere conservar las reservas, hay que dejarlo subir de precio. Pero si se quiere conservar las reservas y controlar el precio, entraremos en un terreno que no es bueno para nadie.
Esperemos que las autoridades económicas del gobierno coordinen sus acciones para que no volvamos a tener escenarios de más controles que solo generan más incertidumbres. Y mejor todavía, es que lo hagan lo más pronto posible.