Adoro la publicidad del cable
Tiene algo de bestial e ingenuo, una mezcla que oscila entre lo mágico y la más evidente estafa que me derrite.
¡Llame ya!
¡Ya llamo!
Por suerte nunca tengo un papelito cerca para anotar el número de teléfono, sino... ¡me compro todo! Las ofertas son dignas de una kermesse de Macondo, allí donde los gitanos cobraban entradas para que la gente fuera a ver el hielo.
Los aparatos de gimnasia
Generalmente los promociona una parejita rubia con una cara de imbecilidad total quienes, paraditos en una tabla y enchufados en jogging de olimpiadas internacionales, saltan sobre ella con una cara de patética felicidad. Todo dentro del dormitorio. Es evidente que con algo así, en la pieza, mantendría mi silueta, evitaría el infarto y hasta quizás se me parara el culito como a ella.
Agreguemos el último toque: "¡Se guarda debajo de la cama!" Sólo le veo dos inconvenientes: primero, que abajo de la cama tengo tantas cosas (algún día me agacharé para ver que son) que me impiden meter siquiera el escobillón, y segundo, que si tuviera un rubio así en mi dormitorio estoy segura tendría otras cosas que proponerle para mantenerlo activo. Mientras trató de resolver estos dilemas, mi corazón estalla de alegría al verlos retozar alegremente descerebrados y absolutamente perfectos... ¡quiero una de esas ya!
El "masajeador" mágico
Extraído directamente de la zaga de Los locos Addams, este aparato puede ser levemente impresionante para las almas sensibles. Consiste en algo con aspecto de pedazo confuso de ser humano recubierto en caucho que se puede colocar en cualquier lugar de cuerpo y masajea automáticamente.
Me seduce en especial la parte en que la modelo, con cara de orgasmo en ciernes, se lo pone bajo la nuca y se entrega al placer de esas manos monstruosas. Y si todo lo anterior fuera poco aún puede ser utilizado en la espalda, la cintura y pies. Si supiera cambiar un foquito de luz casi diría que se asemeja a un marido perfecto, porque además no mira futbol. Me parece que me lo auto regalo para mi cumpleaños.
Delicias varias
Veo con ojos entrecruzados por el deseo, como un señor con aspecto mejicano me ofrece un aparatito tan rústico como imprescindible. Consiste en un extraño correaje para atarse el teléfono inalámbrico a la boca y poder tener las dos manos libres. Todo el artefacto tiene algo de medieval con astucia tercermundista, pero el resultado es óptimo. Los teléfonos caseros siempre debemos sostenerlos con una mano o contraer tortícolis aguda para sujetarlos entre el cuello y el mentón.
¡Por fin, mediante esta súper oferta podría hablar con mi hija y depilarme las piernas al mismo tiempo! Muero por él. Siento también debilidad por maquinas multiusos que rebanan, exprimen, pican, muelen y te cortan las uñas.... ¡también las compraría ya! Pese a que si entra una cosa así, debo salir yo de mi mínimo departamento.
Mataría también por la maquinita de pintar, por las luces para adentro del placard y en particular por esa manguera de treinta metros que se puede doblar y llevar en la cartera. No se me podría ocurrir algo más útil y pensándolo bien debe ser lo único que me falta.
Vuestra y medularmente consumidora.