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Adiós a las reservas

La modificación de la Carta Orgánica del Banco Central y la derogación de la Ley de Convertibilidad, transformará a la Argentina.

Ya no habrá que preservar el valor de la moneda, no tendrá respaldo, no habrá límites a la emisión monetaria y los contratos que se celebraban hasta el momento en moneda extranjera entre particulares, deberán ahora hacerse en pesos.

El proyecto no debe tomar por sorpresa a nadie. De hecho, desde estas mismas líneas, se había anticipado el envío al Congreso de este proyecto el pasado 13 de octubre que en principio iba a ser remitido en Extraordinarias pero que finalmente no llegó en término.

La libre disponibilidad de las reservas implica que el gobierno tendrá vía libre para usarlas a su antojo y sin límites. Emitir moneda sin límite y sin respaldo, es sinónimo de falsificación. ¿Quién querrá una moneda falsa? Todos se desprenderán rápidamente de ella, acelerando la inflación.

No habrá anclaje inflacionario ni metas. Todo se hará al antojo del Poder Ejecutivo. La derogación de la Convertibilidad implica dejar atrás el respaldo a los pesos, causa zozobra sobre las colocaciones en moneda extranjera, pero también pone en riesgo el tráfico comercial, en especial en el negocio de granos y en el inmobiliario entre otros. Ambos cambios implican serias consecuencias para la economía y una parálisis total ante la ausencia de una moneda de referencia y de un valor de reserva.

Esta iniciativa y el ajuste que puso en marcha el gobierno tienen un trasfondo: se quedaron sin plata.

La supresión de los subsidios, la no actualización del mínimo no imponible para los trabajadores y para bienes personales, de los montos para monotributistas, el frenético traspaso del subte, las restricciones a las importaciones y a la compra de divisas, la suba de tarifas, cargos de importación y otros ajustes que pesarán sobre el bolsillo de la población, son el correlato directo de la asfixia financiera por la que atraviesa la Casa Rosada.

El déficit fiscal de enero, el daño producido por la sequía –minimizado por la presidenta pero que ronda los 6.000 millones de dólares–, y el endeudamiento para pagar un anticipo a proveedores y contratistas del Estado, son otros de los síntomas del ahogo del Tesoro.

Pero esto no termina aquí. De ahora y hasta mitad de año, se define el rumbo del modelo económico. En estos meses se realizarán las negociaciones paritarias de los sindicatos claves, llegarán las boletas sin subsidios de servicios públicos, se implementarán los aumentos en el transporte urbano y se podrá tener una primera aproximación de la magnitud del frenazo en la actividad económica. Este frenazo ha dejado una desaceleración en el sector fabril, liderada por la industria automotriz, el área más dinámica del rubro manufacturero. El Estimador Mensual Industrial mostró una caída desestacionalizada de 1,5% respecto al mes previo.

En este contexto, la discusión salarial se pone al rojo vivo. El líder de la CGT anticipó que no habrá techo en las negociaciones y que arrancarán con un piso del 25%.

Pero en una perspectiva de una liquidez sin límite cualquier hipótesis es aventurada. No va a haber parámetros y los acuerdos salariales no serán anuales. Con suerte trimestrales.

Los aumentos de tarifas no sólo dañarán el ingreso disponible de los hogares, contrayendo el consumo y refrenando adicionalmente la actividad sino que serán el caldo de cultivo para cualquier desborde social.

El conflicto con YPF ha quedado por el momento larvado. El diferendo avanzó sobre el terreno diplomático y preservó, por el momento, la estabilidad de la compañía aunque nadie se aventura a pronosticar si la empresa está inmune al avance voraz de la Casa Rosada.

La aventura malvinista amenaza con abrir nuevos frentes de conflicto con los socios europeos del Reino Unido en su conjunto.

Pero las restricciones a las importaciones provocan un enfrentamiento más ostensible con los socios del Mercosur. Montevideo y Asunción ya han manifestado su rechazo, malestar y están a punto de dejar de comprar productos argentinos. Brasilia se mantiene agazapado, esperando el tiro certero.

El modelo, asfixiado por el déficit fiscal, el deterioro de los términos de intercambio y la constante fuga de capitales revive a expensas del último vestigio de ahorro de los argentinos: las reservas. "Vamos por todo" dijo la presidenta en Rosario el lunes pasado a un grupo de manifestantes. Consumidas las reservas, nada quedará.