Adicciones, el imperio del deseo: tercera y última parte
Por Omar Ledesma. Reconocimos las adicciones químicas, ¿pero existen las adicciones no químicas? Si, existieron siempre, pero se van modernizando al paso de la posmodernidad, y cada vez con mayor rapidez.
Seguimos deambulando por la vida, generalmente con algún propósito, auriculares a la potencia de volumen que brinde el celular, sumergidos en un pozo individual sin la compañía humana. Sencillamente, la tecnología nos fagocitó y somos “tecno- dependientes”. Vale decir, se ha perdido en tiempo y forma el contacto cara a cara, a través de las bondades de un supra sistema que nos atomiza en pulsos electro magnéticos, y bajo complejos algoritmos matemáticos, nos restituye a la “normalidad” en el otro dispositivo para reconstruirnos tal cual nos desarmó, en ambas extremos. Bienvenidos a la comunicación, vista a la luz de la teoría científica, en tanto en lo coloquial y con los nuevos- viejos postulados, nos queda únicamente la incertidumbre (en este punto destacaría una de las tantas “Leyes de Murphy”: “si no funciona, es física, si se mezcla y explota es química, y si es verde y se retuerce, es biología”. Es justamente cuando vemos que la interacción dada entre individuos del subsistema X estudiado, no funciona, explota o se retuerce, ese subsistema requiere de intervención.
Un poquito de historia
Casi todos los autores e investigadores en Salud Mental, conocemos el “método fenomenológico”, como historia, a veces muy triste, de la investigación médica. Se basaba simplemente en la observación pasiva y sin interacción del y con el “loco” (del lat. locus, que que perdió su lugar”. Sin lugar a dudas, fue un método que nos aportó a las futuras generaciones las herramientas de aprendizaje, formación y luego su paso a la praxis médica. El psicoanálisis nace de la mano de Sigmund Freud, quien como neurólogo, pero no pudiendo explicar en función al órgano (todavía se continuaba con la antigua y desdichada división cartesiana mente- cuerpo), suprime el órgano y se aboca a un aspecto etéreo, sin sustento físico, su primera comunicación fue “Una nueva forma de psicología para Neurólogos”, que en una situación de compromiso e incremento del saber, lo invitaron, amablemente, a que se retire, viniendo de la fenomenología alemana y la escuela clínica francesa, se les plantea un método tal de interacción inaceptable y casi sacrílego.
Pero la historia no se detiene, vinieron los estudios de las emociones y sus representaciones conductuales, los esbozos de las teorías Cognitivo comportamentales, y luego de los sentimientos y entrando ya en el consciente, las teorías Cognitivo conductuales (Aaron Beck- Judith Beck (California, década del ´60 hasta la actualidad) en constante progreso a la fecha.
Y como tantos, si evaluamos todas las formas de tratamiento mencionados, cada una transmite algo, sano o patológico, y es así que desde la década del ´70 en adelante estudia los fenómenos comunicacionales y formula axiomas, o sea, modos establecidos de comunicación que son repetitivos en la especie. Esta escuela integra no sólo médicos y psicólogos, sino ingenieros, antropólogos, teólogos, etc. Publicado en 1991, Paul Watzlawicz, Beavin Bavelas y Don Jackson publican en 1991 su “Teoría de la comunicación humana”. Tomemos de ella algunos axiomas:
- Es imposible no comunicar
- La comunicación puede ser de modo analógico o digital.
- Produce alimentación en el interlocutor y retroalimentación en el emisor.
- Requiere de un canal para poder practicarse.
- Modifica el entorno para todos los integrantes, porque nos atraviesa en todos los sentidos.
- Puede ser, en cualquiera de sus variables, normal o patológica.
La historia no se detiene, solo nos detenemos para evaluar y eventualmente actuar los actores de esta comunicación.
Y esto que tiene que ver con las adicciones?
Si en este punto el lector considera que el autor se ha alienado, puede tener razón, pero la comunicación ya se estableció y será sana o patológica. Léase, si se comunica, el alienado pasa a tener lugar nuevamente, esto no es menor, porque el adicto no tiene conciencia de enfermedad y literalmente la incertidumbre del cambio de lugar, tanto interior como exterior, lo reinsertan en el subsistema, el sistema y el suprasistema. Una definición simple explicaría todo lo anterior: la palabra adicto deriva del griego, a prefijo de negación, dictum, palabra. De hecho, tanto en la Grecia clásica como en la antigua Roma, adictum era la denominación común para los esclavos. En su uso actual, el adicto es literalmente esclavo de su adicción, dado que pierde sus posibilidades de control psicológico o físico, buscando su sustancia de placer, y deteriorando su vida y la de quienes lo rodean en esta búsqueda, entiendo que no hacen falta los ejemplos, todos los conocemos por la estereotipia de sus formas.
Ok, reconocimos las adicciones químicas, ¿pero existen las adicciones no químicas?
Si, existieron siempre, pero se van modernizando al paso de la posmodernidad, y cada vez con mayor rapidez. Vamos a enumerar algunas para ilustrar:
- Las adicciones electrónicas o tecnológicas.
- La más conocida de todos, el juego.
- El sexo.
- El Poder.
- Las compras compulsivas
- La comida.
- Las que se siguen sumando…
Antes de plantear un concepto específico, permítaseme repetir algo que ya fue expuesto: cada órgano es especializado en una función o grupo de funciones, y en el caso del cerebro, la falta de recompensa genera la compulsión a la repetición de la conducta que satisface con la cascada de endorfinas y demás neurotransmisores (como ya fuera explicado).
Resulta extremadamente frecuente ver chicos y adolescentes sentados en una mesa, esperando su pedido, y paradójicamente a lo esperable, casi en silencio, perdidos en la pantalla de su tablet o teléfono celular, y con un agravante, se comunican mayoritariamente entre ellos. Sin entrar en clasificaciones psiquiátricas, porque es una impresión personal, estamos asistiendo a la conformación de un neo autismo (y reitero no es clasificación psiquiátrica porque no guarda relación con el espectro autista, es opinión personal). El problema mayor resulta cuando éste modelo se traslada a la familia, primer núcleo formal y formador de pilares sólidos, disgregándola en forma funcional en un núcleo de convivientes que se va diferenciando en sentidos individuales, la forma perfecta para la disgregación.
En relación al sexo, y salvo excepciones, todo vale cuando hay consenso, con la salvedad legal de que el no es NO y el SI es autodefinido, por la instancia a la que se ha llegado. Ahora bien, la falta de comunicación acá se puede invertir, en unos renglones lo trataremos. El sexo en sí mismo es una modalidad comunicacional, y paradójicamente, tiene un intermediario común hasta llegar a la instancia final: lo que antes se decía cara a cara, hoy lo codifican los sistemas de mensajería, y el encuentro es final y finalista en si mismo: consumar la relación, el sexo por el sexo mismo. Si se reitera, guarda las mismas características que las veces previas. Y esto guarda otra paradoja, porque se reduce sexo a genitalidad pura, las partes físicas con menor superficie de contacto, quizás muchos no saben que el cerebro es el órgano sexual más potente, y la piel el más extenso y sensitivo, más aún que los genitales. Hemos reducido la comunicación a su mínima expresión y escasa superficie.
El Poder también es una adicción, porque se busca en forma sistemática y hasta compulsiva tanto en forma oficial como informal. Por su miedo a la muerte, implícito desde la cuna, el ser humano teme a la muerte, aún sin saberlo, y confía en su trascendencia y, a veces, en un falso criterio de imprescindebilidad. Estimado lector, si ha llegado a este punto, podrá reconocer que en la vida siempre hay dos actos que son completamente solitarios y llenos de miedo, nacer y morir, el resto es todo variable. En mi caso particular, siempre digo a mis pacientes cuando han comenzado a rodar cuesta abajo luego de todos sus logros, que el cementerio está lleno de imprescindibles, uno al lado del otro.
Las compras compulsivas se autodefinen en sí mismas, con los graves daños en el corto o mediano plazo en el poder adquisitivo de esa persona, además del deterioro psicológico y físico. Lo mismo se da en el juego patológico o ludopatía (he tenido pacientes que solamente hidratándose, permanecieron más de 36 horas en un bingo).
Por último, pero no la última, la adicción a la comida es un problema de magnitud creciente en el mundo, pero especialmente en los países occidentales u occidentalizados, donde la publicidad constante y seductora, sobre todo en relación a las casas de comidas rápidas, donde literalmente juntan “el hambre y las ganas de comer”. En casuística estadounidense, se estima la obesidad declarada o la tendencia a la misma se corresponde a un 70% de la población, y la repercusión sobre toda la corporalidad es destructiva y de las más rápidas.
Conclusiones
Como literalmente casi todo el consumo problemático pasa por la vía oral, sin compartir muchos criterios con el psicoanálisis pero tomando su saber, el “meter” por la boca obtura la comunicación, perdimos del paciente la comunicación digital, nos deja sólo la analógica a través de sus actos y su lenguaje corporal.
Hace algunos años, siendo Director Médico de una comunidad de rehabilitación de adicciones químicas, una de las psicólogas de planta me dio una definición genial: “…todos estamos en recuperación de algo…”. Es cierto, sino en la generalidad, al menos en la especificidad: disponemos de nuestro propio sistema de autosatisfacción, y son la moral, la ética, los principios, los valores, el miedo los que hacen que tomemos decisiones de mantenernos fuera o dentro de la zona de riesgo. Recordemos siempre que el adicto es un esclavo, y podemos cuestionar y reprochar informal o formalmente sus faltas, pero, siempre detrás de una adicción (y acá reconozco ir en contra de los postulados de Narcóticos Anónimos o similares), la adicción no es primaria, no somos amebas que se dividen por fisión binaria. Detrás de cada adicto, hay una trastorno mental, normalmente un trastorno de la personalidad, pero siempre existe y debe tratarse no sólo en el mantenimiento en abstinencia sino en las raíces del problema que lo dejaron tan enfermo, y este tratamiento debe ser transdisciplinario, el tratamiento en solitario es el mejor conducente al fracaso.
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