Adicciones, cárcel, descenso a los infiernos y redención: El Pepo, una vida al límite
El grave accidente en el que murieron dos personas, vuelve a colocar en la mirada pública la figura del popular cantante de cumbia.
Rubén Castiñeiras -su verdadero nombre- vivió sus primeros años en San Telmo, pero luego de un tiempo y varios problemas económicos la familia se mudó a Tigre. Como a tantos chicos lo anotaron en un club de fútbol barrial, Deportivo Tigre. Ahí, entre pases y goles, el pequeño Rubén perdió su nombre: en la época donde el futbolista José Omar la Pepona Reinaldi era ídolo, como él contaba con una melena similar recibió el apodo de El Pepo, que le quedó para siempre.
Una de sus primeras pasiones no fue la música sino Racing. Es que su padre, Jorge, era fanático de la Academia, y le transmitió su pasión. En su familia el dinero no sobraba pero el afecto sí. Cuando la plata alcanzaba, el plan de los Castinñeiras era ir a la cancha. La salida se convertía en una verdadera aventura porque había que salir de Tigre a media mañana, comer algo en Constitución para después llegar al Cilindro, ver el partido y volver.
Si el dinero escaseaba padre e hijo se iban a mirar los entrenamientos donde se deleitaban con el equipo que en esa época dirigía el Toto Lorenzo. Además de su amor por Racing, su papá también le transmitió casi sin querer su inclinación con la música. "A mi viejo le gustaba cantar tango. Pero también le encantaba bailar, recitar, escuchar a Pugliese, a Julio Sosa. Cuando yo tenía cuatro años, él me sentaba al lado del tocadiscos para escucharlos", recordaría El Pepo en el programa Secretos Verdaderos.
Para Ruben, ese hombre además de su padre era un héroe. Había sido lustrabotas, jugador de fútbol, portuario y ordenanza en la Universidad de Buenos Aires, y también un albañil que construyó su casa propia. Su mamá, Julia, era empleada administrativa en el Hospital Rivadavia. "Una mujer que banca todas. Las buenas, las malas... sobre todo las malas", la describía su hijo.
Pepo siempre estaba rodeado de amigos. Primero los del club y la escuela, a quienes se agregaron los del barrio, los de la cancha y los amigos de los amigos de los amigos. Carismático, simpático y entrador, se hacía querer por todos. Hasta que, como cantó, alguna vez "el diablo se adueñó de mis pulmones". Algún mal bicho disfrazado de amigo, las ganas de experimentar, la seducción de andar por la cornisa, vaya a saber qué fue lo que hizo que ese chico deportista quisiera cambiar su mundo relativamente tranquilo por otro de fácil ingreso y dudosa salida: el de las adicciones.
"No sé cómo parar, siento que su fuego me va quemando, pero no sé cómo parar", cantó sobre ese tiempo. "Tu vida se vuelve prisionera, no tu mente solamente: tu vida. Dependés de la sustancia, tu vida es la sustancia, nada más. Por lo menos en mi caso era eso, ¿no? No había otro motivo de vida que consumir pasta base", relató en una entrevista con Teleshow. Y siguió: "La adicción te seca. Te seca el corazón, te seca la mente, te seca el cuerpo, te seca todo, los sentimientos. Y después, cuando vos empezás a querer enderezar tu, vida es como que te cuesta reencontrarte con todas esas cosas nuevamente".
Aunque las drogas comenzaban a ser indispensables todavía no condicionaban su vida. Fue así que en 2001 Pepo se enteró que Pablo Lescano, líder del exitoso grupo de cumbia Damas gratis, quería formar Los gedientos del rock, que mezclaba el ritmo de la cumbia con algo de reggae y ska. A Lescano le gustó su voz, también la facilidad para componer pegadizas canciones de cancha. Comenzaron los ensayos en un galpón de Tigre y luego se grabó el primer disco, que contó con la participación de Los Pericos y Los Auténticos Decadentes. Como no había recursos para distribuirlos, fue el mismo Pepo quien lo entregó radio por radio.
El 27 de diciembre de 2001, el mismo día que Racing salió campeón con Mostaza Merlo, tocaron por primera vez en público. "Eran 11:30 de la noche, y yo estaba festejando el campeonato en el Obelisco. Me vinieron a buscar para tocar en vivo en un local de Caballito. Fui todo vestido de Racing. Gorro, bufanda, bandera, camiseta, y así debuté. Fue uno de los días más felices de mi vida", recordó.
Ya estaba el primer disco y luego de ese primer recital, Los gedientos comenzaron a ser conocidos. Presentaciones en vivo todos los fines de semana, sus temas sonando en la radio y hasta un video donde Diego Maradona bailaba uno de sus temas con Rocío Oliva en Dubai, los convirtieron en el grupo del momento.
Pero en medio del éxito, las adicciones continuaban. "Estaba en una situación personal catastrófica. Rogaba que terminaran los shows para ir a consumir. Estaba preso de mi vida, que no era mía sino de la droga".
En ese mundo de límites difusos, Pepo pasó de juguetear con el peligro a estrellarse con el desastre. Ganaba mucho y gastaba más. La plata entraba, y como entraba la perdía en noches caóticas y descontroladas. Comenzó a robar con armas hasta que un día en Flores lo detuvieron por asaltar a un supermercado chino. La condena fue de seis años y diez meses de prisión.
Pero lo que lo que era una condena terminó en una redención personal. Los primero tres años preso se sumergió en una gran depresión que intentaba esquivar consumiendo. "No veía salida, no veía otra cosa que consumir. Hasta que empecé a ver otra cosa: vi una luz allá y me aferré a esa luz que, en mi caso, se llamó Víctor Hortel. Ellos hicieron un lindo proyecto para la población carcelaria de los penales federales. Me dieron la oportunidad de armar un taller, un grupo de música. Y eso me fue enderezando".
Las autoridades decidieron trasladarlo a otro módulo donde pudiera hacer música. Organizó un casting entre los detenidos y armó un grupo al que bautizó Bien de abajo. Empezaron con un teclado y luego les facilitaron más instrumentos. Organizaban mini recitales para mostrarles a las familias lo que hacían. Por su buen comportamiento lo autorizaron a salir por unas horas del penal para cantar tres canciones en el Luna Park como invitado del recital de Néstor en Bloque, y a la medianoche volvió a la celda donde seguía preso, sintiéndose un poco más libre.
"Yo le agradezco a Dios que me llevó a la cárcel y no a un cementerio", afirmaba. La vida le ofrecía una segunda oportunidad, y él no la dejaría pasar. Se alejó de las adicciones, se reconectó con la música y los buenos afectos. Enfrentó sus problemas sin esquivarlos. Cuando salió de la cárcel era el mismo, pero era otro.
Continuó con la música. Su carisma estaba intacto y la gente volvió a seguirlo. Se reencontró con sus amores, y entre ellos reapareció Josefina Cúneo. Se habían conocido de chicos, se redescubrieron, y en 2018 se casaron. "Estoy feliz de dar este paso con la mujer que amo, que me segundea todo el tiempo y está más allá de todo". Su esposa lo acompañó en su recuperación. Cuando Pepo tuvo una recaída hizo una denuncia en sus redes "Es imposible luchar con tan grande entorno que alimenta los VICIOS de un adicto", publicó Josefina.
Lejos de enojarse, El Pepo reconoció su problema. "Cuando leí esa carta salí corriendo para mi casa a buscarla a ella para pedirle perdón y ayuda, como tiene que ser. Ella es mi mujer, mi compañera, la que sabe cuándo estoy bien o mal, sabe cuando le miento y cuando no".
La pareja también supero otra mini crisis cuando se rumoreó que el cantante tenía una relación con Rocío Oliva, la novia de Maradona, algo que el cantante desmintió sin medias tintas. "No soy el nuevo amor de nadie, ni estoy cerca. No le escribí una canción a Rocío, no sé de dónde salió. Mis canciones no tienen un destinatario, escribo en general", aclaró.
Pepo no se sentía un ejemplo pero comenzó a serlo. En todos los programas de televisión que lo invitaban contaba su vida y hablaba sobre sus adicciones con la autoridad de un sobreviviente. "Si vos vas con los pibes pobres y en invierno solo le llevás comida y una manta, no lo salvás de la droga. Le tenés que dar una contención, lo tenés que incentivar a que luche por su vida", explicó en el living de Susana Giménez.
En ese mismo programa provocó no solo pico de rating también uno de los momentos más desopilantes cuando le regaló a la diva un instrumento de percusión que Susana confundió con un rallador de cocina. Terminaron bailando en vivo uno de los temas del cantante.
"Yo no te vengo a vender ningún personaje, no te quiero vender nada. Yo te cuento cómo es mi vida, cómo fue mi vida y cómo quiero que sea mi vida en base a esfuerzo. El pasado ya está, es un pasado. No me voy a llenar de culpa por lo que hice porque sino, la culpa no me deja progresar", explicó una vez.
Y aunque Pepo no quería ser un personaje, muchas veces lo era "sin querer queriendo". Como cuando contaba la historia del diente que le falta. Lo perdió al estrellarse contra una mesa de mármol luego de esquivar un sello que un amigo le arrojó, bromeando. Un odontólogo le hizo otro... con los colores de Racing. Pero como notaba que eso le cambiaba su voz, se lo sacaba y ponía al ritmo de sus presentaciones.
Otra vez dejó incrédula a Mirtha Legrand cuando contó un encuentro con un... extraterrestre. "Estábamos de gira en Salta, volvíamos por la ruta con la camioneta desde Jujuy. Paramos en una estación de servicio a cargar agua para tomar mate. Era un lugar donde paraban muchos camiones. Yo, para entrar, pasé entre dos camiones. Y ahí, de repente, vi que me salía una persona de la altura de las columnas... Fuera de broma, Mirtha", narró. Pero no fue con lo único que sorprendió a la dama de los almuerzos, con quien comparte la misma pasión: también le regaló una maqueta de la cancha de Racing.
Su fanatismo por la Academia merece un párrafo especial. Antes de trascender en los medios solía componer canciones para la hinchada. Ya conocido creó "Te sigo a todas partes", donde aseguraba: "Con la celeste y blanca cubriendo mi cuerpo me voy a morir". Una vez, en un recital encontró una tarjeta SUBE. "¿Quién perdió una SUBE celeste?", preguntó. "¡Es verde, Pepo!", lo corrigieron. "Es que yo veo todo celeste porque soy de Racing", respondió, y estalló en una carcajada.
Cuando falleció su padre, Pepo sintió la tristeza de la pérdida pero la alegría de que Jorge lo viera recuperado. Y tuvo fuerzas para cumplir el último deseo de su papá: esparció sus cenizas detrás de uno de los arcos del Cilindro.
Su vida y su historia se reflejaron en la película Pepo, la última oportunidad, donde se muestra su caída y redención. "Uno cuando está mal no aspira a nada, lo único que aspira es falopa. Cuando uno está bien puede empezar a soñar, haciendo cosas de a poquito", aseguró en la presentación Pepo, que atravesó tiempos de pesadillas y volvió a soñar de a poquito. Siempre a su manera. Porque como escribió: "Aceptame, rechazame, pero no quieras cambiarme. Sé que mi estilo de vida no se parece a tu vida pero ¿qué le puedo hacer? Yo soy así".