Acostumbrarse al escándalo
Simone de Beauvoir lo dijo cuando el siglo pasado había cruzado su segunda mitad: "Lo más escandaloso que tiene el escándalo es que uno se acostumbra".
¿Hemos comenzado a acostumbrarnos a que no circulen los diarios?
Un domingo no pudo salir el periódico de mayor circulación del país y sufrió graves demoras el que le sigue en penetración. La culpa la tienen Clarín y La Nación, ha dicho un coro de celebradores de desgracias.
Ayer, sólo una semana después de aquellos hechos, el 70 por ciento de la tirada de nuestro diario, el más importante del interior y cuarto en circulación en la Argentina, no pudo encontrarse con sus lectores. La misma suerte corrieron los compradores de Día a Día, el matutino que sigue en ventas a La Voz del Interior en la provincia.
Es bien posible que este ejemplar pueda ser leído recién luego de que ese mismo coro haya repetido la misma cantinela que niega lo evidente y habilita los desbordes.
Es verdad. Este diario tuvo un problema técnico, resultado no deseado de su inquebrantable vocación por mejorar su calidad.
¿Es ese un motivo para impedir que el diario llegue a sus lectores? ¿En qué lugar de este país quedó el sentido común?
Este diario acaba de celebrar 107 años y su vida incluye conflictos de toda índole. Pues bien: no hay registro de que se le haya impedido su contacto cotidiano con los lectores porque un piquete argumentó que la máquina entregaba sus ejemplares tarde.
Tampoco hay historia que cuente que durante dos domingos consecutivos, por causas originariamente distintas, dos grupos de medio centenar de personas acallen la voz escrita en cientos de miles de ejemplares.
Sólo ayer quedaron sin poder leer su diario preferido más de 300 mil cordobeses, cálculo que resulta de multiplicar por cuatro lectores promedio cada ejemplar de los dos periódicos que no llegaron a destino.
Algo demasiado grave debe estar cambiando en la Argentina como para acostumbrarnos. ¿Nos estaremos dando cuenta del escándalo?