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Acertijo explosivo

Si a Malthus, el peligrosamente expeditivo economista inglés que vivió durante la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del XIX, se le llevase -supuesto que se pudiese- el problema que constituye para Catamarca la insuficiente disponibilidad de combustible para su parque automotor, de crecimiento constante, aquel propiciador prócer de la limitación de los matrimonios y de los nacimientos como salida para el agravamiento de la pobreza causada por el agotamiento de los medios de subsistencia.

Este sugeridor de tan triste medicina respondería, seguramente, que en esta provincia -en su Capital en particular- debería ejecutarse una inmediata suspensión del ingreso de nuevos vehículos, y si ello no bastase, la simple y fulminante destrucción, por cualquier forma de eliminación, del porcentaje que se juzgue excedente.

Lo que parecería ocioso ejercicio de la imaginación, no lo es tanto, según autoriza a creerlo el objetivo exceso de automotores andando por la vía pública, desde hace algunas semanas con multiplicada concurrencia a las estaciones de servicio, esos bebederos tan imprescindibles para las máquinas y que se han vuelto desesperantemente mezquinos.

De acuerdo con las revelaciones de la Administración General de Rentas de la Provincia, hay aquí 100.207 vehículos, de los cuales 75.363 son autos.

La progresión registrada da idea de la "magnitud" del fenómeno de ensanchamiento del parque automotor: en 2009, el número fue 82.259 vehículos (64.800 autos), en 2010, 89.352 (69.659 autos), y en los primeros 8 meses de 2011, 100.207 (75.363 autos). La evolución en relación con las de las naftas fue, por el contrario, inversamente proporcional. En 2009, se consumieron 22.695.700 litros (súper/ultra); en 2010, 42.044.200 litros. En los primeros 8 meses de 2011, 19.214.260 litros.

Hay que observar que, a los efectos de la perfecta apreciación de la disminución de la disponibilidad de naftas, debe tenerse en cuenta que en el déficit intervinieron, por un lado, la "dilatación" del parque automotor, y, por otra, los 100 mil litros menos de combustible recibidos por las estaciones de servicio entre febrero y junio de este año.

Pero el famoso economista inglés les haría notar a sus consultores, que la superpoblación automotriz no solo provoca la escasez de los combustibles sino también la insuficiencia territorial, pues al paso que se va, no falta mucho para que deba pensarse en habilitar días para el tránsito de los peatones y otros para el de los automovilistas. O ensanchar todas las calles avanzando con la piqueta contra todo lo que se le oponga.

Si se miran con atención los embotellamientos de las horas pico -que impresionan como si fuesen cada vez más numerosas- se comprueba que las calles de la Ciudad ya no alcanzan para que ande toda la gente que desea o necesita moverse fuera de su casa, a pie o en auto o en moto, o en cualquier otro vehículo menor o mayor por esos espacios en tren de concluir en obstáculo crecientemente expulsador.

Como ya ha pasado suficiente tiempo como para adivinar las medicinas malthusianas, mejor será no consultar a su propulsor. Podría terminar sentenciando que lo que falta aquí no es más combustible, sino menos gente y menos autos, y a lo mejor solo gente más lúcida y dispuesta a encontrar las soluciones verdaderas.

El aumento de los automotores, la decreciente disponibilidad de combustibles y la saturación del espacio público están gestando un acertijo explosivo.