Acerca de Bielsa y la supuesta perversión de los medios
Por Fernando Niembro. El hoy entrenador del Lille tiene un problema con los resultados.
Nota extraída del diario Clarín
Por Fernando Niembro
En el fútbol una acción de juego puede ser un acto simple o complejo, que depende del tiempo, el espacio y los rivales. Es un movimiento pensado, entrenado, cada vez menos rodeado de imponderables. Un hecho de este tipo llevó a Marcelo Bielsa a disparar una serie de argumentaciones en una reciente conferencia de entrenadores que dio en Brasil.
La situación lo llevó a tal extremo que comentando una determinada acción de Neymar, correr a un rival o no, y con ello obtener una determinado resultado, Bielsa utilizó esa referencia para caer en la definición de que el periodismo pervierte a sus lectores u oyentes en el análisis de acuerdo con el éxito o no de la maniobra. Arriesgó más, afirmó que la tarea periodística tiene como meta pervertir a la sociedad con consideraciones de este tipo.
Manifestó después que era una locura que los medios de comunicaciones se transformaran en fuentes de educación, debido a sus intereses, y llamó a quienes lo escuchaban, quienes lo aplaudieron a rabiar, a combatir.
Suena exagerado. Bielsa debe saber que participa de un juego colectivo, profesional, que excede a los entrenadores, que hoy es también de los jugadores, el público, los empresarios y los periodistas. Cada uno juega su rol.
Una acción como la de Neymar está expuesta a la crítica; las apreciaciones partirán de quienes tienen gustos, maneras, un sentido de la estética, la belleza, la practicidad, el esfuerzo. Una corrida como la de Neymar puede o no terminar en gol y punto. Calificarla como una perversión, hacer que una persona adquiera vicios y costumbres moralmente reprobables es ir muy lejos y ofende. Ningún cronista deposita esos sentimientos ante un acto de destreza. Que se sepa, una corrida o una gambeta no le cambiarán la vida al mundo, ni la transformarán en una fórmula médica que sanará enfermos. Es un acto de habilidad futbolística.
Pero en la definición Bielsa encierra algo más, esa costumbre de quienes son observados de poner en terceros la responsabilidad de sus éxitos o fracasos, especialmente estos últimos. Esa aversión a un mundo que de manera obligada tienen que compartir, pero al que descalifican por no ser iguales. Bielsa también tiene un problema con los resultados, pero es raro que a esta altura de su vida no se haya dado cuenta de que forman parte de la profesión que eligió.
El reglamento dice que para ser campeón hay que ganar más que perder. Claro que para evitar presiones, lo invitaría a combatir para cambiar las reglas y que se premie no al que más gana, sino al que sostiene la pelota más tiempo sobre su cabeza. Sería una rareza, pero más divertido y sin tanto dolor. La otra sería proponer un fútbol sin arcos, en el que los futbolistas entretuvieran a los espectadores con habilidades. Escaparle al resultado es una tarea para los que no quieren arriesgar, no están fuertes. Deberían dedicarse a otra cosa.
Con respecto al rol de los medios y su tarea educativa, el entrenador debe saber que quienes los crearon buscaron difundir, investigar, dialogar y que la sociedad y ellos mismos, especialmente por estos lugares del mundo, con columnas tan frágiles como la familia y la escuela, sin buscarlo fueron ocupando ese rol. Los suplementos literarios y para niños, por ejemplo, son una clara demostración didáctica para cooperar con las fuentes genuinas más que reemplazarlas.
Bielsa es el mejor educador de futbolistas que conocí. Un irregular entrenador que gana o pierde como cualquiera, que se excede descalificando. Debería esforzarse en entender que las cosas son simples, sólo se trata de ganar. Aunque duela.