¿Accidentes de tránsito? ¡Tragedias de tránsito!
Por Carlos Mugrabi. En su enorme mayoría no lo son. Deberían llamarse ¡Tragedias de tránsito! Sería lo que mejor se ajusta a las causas que las provocan.
Aunque técnicamente se los denomine accidentes, si consideramos las condiciones de producción de tales catástrofes sociales y familiares, notaremos que no se trata de accidentes: no son hechos extraordinarios sino muy frecuentes; y, en cuanto a la requerible falta de voluntad para cometerlos -para ser considerados accidentes- sucede que, en la mayoría de quienes los cometen, la voluntad del victimario está sumamente complicada.
En el consumo de drogas y alcohol, combinados o por separado, reside el germen de esta sociopatía generalizada.
Para quienes transitan traficados, no se trata de accidente alguno sino de incidentes, de alta probabilidad de ocurrencia, acaecidos por la debilidad de las nociones sociales indispensables.
Si la escuela es el segundo hogar, el hogar debería ser la primera escuela.
En cuanto al tema que venimos tratando, fallan todas las instancias: hogar, escuela, Estado, etc.
Un plan coherente para reducir estas frecuentes pérdidas de vidas u otras calamidades, debería justificar la creación de un organismo autónomo e interdisciplinario que pueda atender de manera simultánea las áreas implicadas en el tema.
Si tuviese que resumir en un término el déficit en materia de “accidentes de tránsito”, este sería el de civilidad. La falta de civilidad es la resultante, el común denominador, que está en la trama de los mal llamados "accidentes" de tránsito.
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