Acariciando lo áspero
* Por Ricardo Gotta. Mucho se habla del espíritu Dakar. Parecería sinónimo de dificultad, riesgo extremo, sufrimiento fatal. Si no, no es Dakar.
Esa aureola que trajo desde África-desde donde, según la organización, salió eyectado por motivos de inseguridad política– parecía derretirse en Sudamérica. Los tiempos de la tecnología de punta y el uso del GPS ya habían humanizado la labor de los pilotos. La elección de terrenos aptos, que al menos permitieran mantener en carrera a un buen número de competidores hasta las proximidades de la llegada, dejaron conformes a muchos, pero hizo subyacer la queja, la recriminación de que si bien no era una carrera de señoritas, ya no tenía la aureola que supo imprimirle Thierry Sabine y que es parte del negocio. Este negocio que es uno para los superprofesionales –un grupo que se enumera con los dedos–, y otro muy distinto para la gran mayoría del resto, en general gentes de cuentas corrientes importantes que gastan sin empacho para tener qué contarles a sus amistades. También están los que se pelan las manos jugándose el orgullo y la supervivencia, claro, los menos.
Pues entonces, a apretar las tuercas. En uno de los bivouac instalados en el desierto de Atacama, lo confesó David Castera, el encargado de diseñar la hoja de ruta de la competencia. Lo reconoció cuando promediaba la prueba: "La dificultad es mayor a la pensada". Se les fue la mano.
La 6ª etapa Iquique-Arica deglutió 57 vehículos, una cuarta parte de los abandonos totales. La 4ª que acababa en un tortuoso rulo en Calama, tras cruzar la cordillera como enlace, acusó una veintena de deserciones, el promedio de todos los tramos del desierto de Atacama, el corazón de la prueba. Llegaron a la Rural cerca del 50% de los que se fueron de allí. Pero todos, sin excepción, se refirieron a la dureza del terreno. "Hay que durar, no apurar", confesaron varios. Durar, no correr. Un concepto peligroso: al fin y al cabo se trata de una carrera de autos.
Pues entonces, a apretar las tuercas. En uno de los bivouac instalados en el desierto de Atacama, lo confesó David Castera, el encargado de diseñar la hoja de ruta de la competencia. Lo reconoció cuando promediaba la prueba: "La dificultad es mayor a la pensada". Se les fue la mano.
La 6ª etapa Iquique-Arica deglutió 57 vehículos, una cuarta parte de los abandonos totales. La 4ª que acababa en un tortuoso rulo en Calama, tras cruzar la cordillera como enlace, acusó una veintena de deserciones, el promedio de todos los tramos del desierto de Atacama, el corazón de la prueba. Llegaron a la Rural cerca del 50% de los que se fueron de allí. Pero todos, sin excepción, se refirieron a la dureza del terreno. "Hay que durar, no apurar", confesaron varios. Durar, no correr. Un concepto peligroso: al fin y al cabo se trata de una carrera de autos.