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A 150 años del terremoto de 1861

*Por Aníbal Mario Romano. Mañana se cumplen 150 años del terremoto del 20 de marzo de 1861, que destruyó la ciudad fundada por Pedro del Castillo en 1561.

Es una ocasión más que propicia para analizar, en perspectiva histórica, cómo los mendocinos nos sobrepusimos al cataclismo devastador, que en cuatro segundos arrasó con todo, y planteó en forma inexorable la cuestión de su reconstrucción.

Sin embargo, en el año del terremoto se produjo otro hecho histórico que, unido al drama provocado por el sismo, cambiaría radicalmente el devenir histórico de la provincia. Nos referimos a la batalla de Pavón, ocurrida el 17 de setiembre, en la cual Mitre derrotó a Urquiza y aniquiló a los pocos gobiernos federales del interior de la República que aún existían, entre ellos, el de Mendoza.

Por lo tanto, en un mismo año, el de 1861, la provincia sufrió dos hechos que configuraron definitivamente su destino histórico: El terremoto del 20 de marzo, con sus consecuencias inmediatas en cuanto a la polémica del lugar de su reconstrucción y nuevo emplazamiento, y los efectos políticos e institucionales derivados de la batalla de Pavón que terminaron con el gobierno de Laureano Nazar.

De ambos, en este 2011, se cumplen 150 años, y sus conexiones e interrelaciones son inevitables.

Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que Pavón, con todos sus enigmas e interrogantes hasta el presente, sellará definitivamente la configuración del liberalismo político. En la frase de Mitre, "el país será de un solo color", se materializará la llamada política de "Pacificación Nacional". Esta política tendrá en Mendoza características muy singulares y propias; al drama del terremoto de 1861, la provincia sentirá en carne propia los efectos de la política "pacificadora" mitrista.

A la destitución de Nazar, acusado de negligencia e inoperancia en los días posteriores al cataclismo, seguirá la de Juan de Dios Videla, cuyo nombramiento no sería del agrado del auditor de Guerra, Domingo Faustino Sarmiento, enviado por el Gobierno nacional.

El nuevo gobernador de la provincia será Luis Molina, figura más que interesante por la actuación que le cupo en la reconstrucción de la ciudad destruida, dándole la impronta liberal que será la ideología imperante en los años venideros. Con Molina se inicia la serie de gobiernos de familia que, por más de medio siglo, rigieron los destinos de Mendoza.

En reiteradas oportunidades, y a través de este mismo diario, nos hemos referido a las características del terremoto de 1861: Historia de Mendoza, Diario Los Andes, fascículos Nº 16 y 25; Mendoza y el terremoto de 1861, Los Andes, marzo de 2010; y en los siguientes libros: Historia de Mendoza, Bs. As 1979; La Ciudad de Mendoza, su historia a través de cinco temas, Bs. As, 1990.

Esto nos permite obviar lo relativo al hecho en sí del terremoto y reflexionar acerca de la confrontación y polémica suscitada a raíz del nuevo emplazamiento de la ciudad destruida.

Cuando se analizan los debates de la Legislatura mendocina y las tres leyes que se promulgaron para definir el futuro emplazamiento de la nueva cuidad, aparecieron los sectores identificados con sus intereses sociales.

Estas leyes fueron la del 18 de junio de 1861, la del 21 de julio de 1862 y la definitiva del 12 de marzo de 1863.

La primera establecía que la ciudad de Mendoza se reconstruiría en el mismo lugar en que estaba; la segunda disponía el nuevo emplazamiento en la zona denominada de "Las Tortugas" (en la actual localidad de San Francisco del Monte, Godoy Cruz), con el nombre de "Villa de Palmira", en honor a una ciudad italiana que también había sufrido los efectos de un sismo similar al de Mendoza.

Ambas leyes provocaron numerosas protestas por lo resuelto en la Legislatura, lo cual se hizo extensivo a los periódicos de la época, que tomaron partido por una u otra legislación.

Uno de ellos, "El Tupungato", se convirtió en el vocero más importante de los partidarios de llevar a cabo la nueva edificación en la ex hacienda de los Agustinos, conocida con el nombre de San Nicolás.

De esta forma, el gobierno de Luis Molina logró la derogación de las dos leyes mencionadas anteriormente y envió una nueva, emplazando la Nueva Ciudad dentro de los límites de la hacienda de San Nicolás. Así, la ley del 12 de marzo de 1863, con el aval de Eusebio Blanco, ministro de gobierno y de Julio Ballofet, el agrimensor encargado de la diagramación del nuevo emplazamiento, daba por terminada la polémica y la nueva ciudad de Mendoza daba el primer paso para esperar con fe y esperanza el futuro.

El proyecto liberal se había concretado, la Nueva Ciudad surgirá con una impronta distinta a la que tenía la destruida por el terremoto. Asistimos así a lo que algunos historiadores consideran la tercera fundación de Mendoza: la primera, la de 1561 por Pedro del Castillo; la segunda, el traslado efectuado por Juan Jufré en 1562, y por último, la tercera provocada por el nuevo emplazamiento de la Ciudad destruida por el sismo de 1861.

Nada volvería a ser como antes. El pasado histórico basado en la tradición hispánica y colonial había quedado totalmente enterrado. En Mendoza fue posible merced a dos terremotos: el del 20 de marzo y el del sismo político que provocó la batalla de Pavón con sus consecuencias políticas e institucionales. A pesar de ello, y a 150 años de este doble fenómeno, los mendocinos estamos orgullosos de nuestra ciudad capital, tratando de superar las antinomias y rencores del pasado, en procura de seguir bregando por una Mendoza próspera, bella y orgullo de sus habitantes.