En el manual de la mudanza empírica que está por escribirse, deberían figurar las tres divisiones existenciales que hay que hacer con los objetos: los que hay que tirar, los que hay que regalar y los que me llevo.
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wargon
Con cierta ingenuidad (solo cierta, porque no es de los pecados que más frecuento) escribí en contra del boxeo, a partir de la pelea de Maravilla Martínez.
El anuncio llegó de sopetón: “Vieja, nos casamos”. “¿En qué fecha nace el bebé?”, fue mi respuesta de madre modera.
Si han seguido este diario ya habrán leído todos los detalles de la fiesta y ahondado en todos sus chismes. Pero solo yo les puedo contar la cara horrible de esta celebracion : lo que padecemos las mujeres que no somos estrellas cuando nos toca ir. Este año tuve vacaciones, me acomodé en mi casa, me compré chocolates y fui feliz pero, !cómo olvidar el horror de esa fiesta cuando una está alli!
Tras una semana de imparables disgustos matrimoniales, el viernes, algo abollada en lo anímico pero indemne en lo esencial (el deseo), llegué a la gran noche cuando despediríamos a Norita en ese antro misterioso del pecado que es Cocodrilo.
Escribo en nombre de las que por entonces teníamos entre y quince y veinte años. Y vos llegaba por primera vez al país, con esa guitarrita rasposa pero todos los soles colgados en tu sonrisa... En nombre de las que, ahora veteranas, nos morimos de amor con tu primera canción y no nos desamoramos nunca más.
Los desordenados desarrollamos modestas estrategias para sobrevivir entre los normales
Cesare Pavese, en su libro de memorias "El oficio de vivir", habla de la prostitución de las mujeres casadas que alguna vez en su vida hacen el amor sin tener ganas.
Según me parece, los cincuenta de un varón se emparentan mucho con sus quince.
"Este verano cumpliré cincuenta años; La muerte me desgasta, incesante." J L Borges