Nada más lindo que un regalo, pero cuando no es así ¿qué pasa? Pertenezco a esa parte de la humanidad que nunca sabe cómo hacer un regalo que provoque en el obsequiado algo más que el deseo de mandarme a freir buñuelos. Siempre meto la pata.
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Espacio Wargon
Criada en la telaraña de azúcar de ser una mujer bien educada, hay momentos en que una no sabe qué hacer.
Es difícil atravesar cualquier conversación social sin escuchar la pregunta: ¿de qué signo sos? O enterarse de qué signo es nuestro interlocutor. Sabido lo cual, se exclama: "Claro, ya me parecía". Pues bien, habiendo sido yo misma una horoscopera, digo con todo respeto: "¡fangulo!"
Todos tenemos un amor que llegó "hasta ahí" y sencillamente no fue.
Quizás hayan sido apenas dos días de lucidez y salud sobre los siete a los que estaba comprometida en el plan para dejar de fumar, del cual me volví tan lastimosamente. Pero esas escasas horas de ese otro mundo me dejaron llena de imágenes, de sorpresas y de preguntas.
Con algunos ahogos previos y distintas solidaridades, allí estaba rumbo a centro de salud que tienen los adventistas en Entre Ríos, donde después de siete días de internación dejaría de fumar.
Tal vez, sólo tal vez, cuando se publique esta nota, esté en el Centro Adventista de Entre Ríos, intentando dejar de fumar.
Con mi hija que vive en Mendiolaza, nos hablamos casi diariamente. En general, son pequeñas charlas divertidas, con mínimas novedades de nuestras vidas que, aunque también mínimas, son intensas.
Pertenezco a la época de "la letra con sangre entra", pedagogía algo brutal pero que algunas cosas tenía de bueno: por ejemplo que en medio de mis naufragios de memoria todavía recuerdo la tabla del ocho. Conocimiento que ni antes, ni ahora me sirvió para un carajo.
¿Será cierto? ¿Encontraron a un hombre que se fue al espacio con extraterrestres?