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cristina wargon
Hace algunos años que, cada vez que me miro al espejo me digo: "Wargon, esto no da para más". Me consuela un poco el hecho de que jamás me miro con anteojos porque no hubieran pasado tantos años de esta penosa reflexión.
Suena el teléfono y estoy preaparada para lo peor. ¡Qué difícil que es consolar a una amiga!
No se cuándo comenzó la costumbre, pero sí tengo en claro que los grandes oficiantes son mi hijo y mi nuera que ponen la casa, los cabritos, y un trabajo agotador para que la ceremonia tenga lugar.
Y allí estaba, esa misma tarde Sara Facio me iba tomar fotos, las fotos que iban a dejar para siempre mi rostro en la posteridad. Recordando todas las pavadas que llegué a hacer, no me lo merecía.
Finalmente llegó el gran día... ¡Sara Facio iba a tomarme fotos!
Es difícil hablar de identidad en estos tiempos donde "la identidad de género" está tan candente, pero sólo me voy a remitir a lo que conozco un poquito. ¿Cuántas identidades tiene una mujer en un sólo día?
Vereda de mi trabajo, nueve de la mañana, me encuentro con mi conocida favorita. No la nombro como amiga, porque la vida, que con tanta prolijidad hace y deshace, nos puso sólo en esa categoría.
Me apasionan los sitios de Internet donde la gente permuta cosas. ¿Cómo se hace para saber en esta ciudad impenetrable de los ocultos sueños, de los delirios imposibles, de los deseos más recónditos, locos y frustrados que lleva la gente en sus corazones? Pues leyendo donde se ofrecen cosas usada.
Veo en el supermercado a dos empleadas jovencitas, que mascan un chicle a desgano, claramente unidas sólo por el odio al patrón y el gusto por la cumbia que están tocando.